A demás de publicar en Facebook y en instagram de vez en cuando, me he mantenido callada.
Porque simplemente no encuentro cómo responder.
No sé qué hacer. No sé que decir. No sé si debo de contactar a mis amigos que están sufriendo o si debo decir nada y esperar.
Porque yo estoy pasando el dolor también. Y no encuentro qué hacer con este dolor.
Habiendo vivido aquí desde los tres años, yo definitivamente me crié en Orlando. Yo seré de Puerto Rico, y esa es mi tierra natal. Pero Orlando ha sido mi hogar desde que recuerdo.
Tal vez nunca me he puesto un “jersey” (una camiseta) de fútbol Orlando City, o nunca he ido a un juego de fútbol americano para un equipo de Florida, y mi camiseta de Orlando Magic reside ahora en mi gaveta de camisetas.
Pero soy Orlandense a fondo.
Mis primeros recuerdos de ir a ver una obra teatral profesional fue en el Bob Carr Center for the Performing Arts. Me gradué de todas escuelas en Dr. Phillips, como a 20 minutos de donde atacaron el club gay PULSE.
Yo fui a la universidad y me gradué con el bachillerato aquí en Orlando.
Orlando es el lugar donde me he convertido en la persona que soy.
Así que jamás podría imaginarme que alguien atacara a mi ciudad.
Y peor todavía los atacaron por ser quienes eran. Y sí, la mayoría fueron puertorriqueños.
Yo empecé Espresso con Leche porque necesitaba un lugar donde pudiera compartir mi ambiguidad cultural– todos los pedazos que forman la persona que soy. Me arde el corazón que mataron e hirieron a personas por parte de su identidad.
Este fin de semana que pasó, mientras el peso de lo que sucedió me empezó a afectar mucho, desesperadamente buscaba un desahogo para mi luto. Me siento agradecida que mis papás y yo pudimos ir a varios de los lugares dónde han hecho memoriales y tributos en el downtown de Orlando. Pude rezar, llorar junto a, y abrazar a otras personas afectadas por la tragedia. Me encontré con una amiga de escuela. Hice amistades nuevas. Juntos sufrimos.
Hay muchos elementos envueltos en este evento horrible, y muchas lecciones que siento que todos tendremos que aprender– lecciones sobre el amor, la aceptación, lecciones sobre cómo controlar las armas de fuego, y todo esto necesita formar parte de la conversación.
Pero a fin de cuenta, y si luego se logran resolver estos argumentos, como quiera está la pérdida de 49 personas. Siempre van a haber 49 familias de luto. Cuarenta y nueve vacíos que nadie más puede llenar.
Y la vida tal como la conocemos continuará, como ya sabemos que tiene que ocurrir, nuestra base, nuestro centro lo han sacudido.
Los medios nacionales ya se han ido, y ahora hay otras noticias que se ven en los titulares. Pero las repercusiones se seguirán sintiendo cada vez que leamos un reportaje sobre alguien que sospechen que lleve un arma de fuego dentro de un club.
Cada vez que haya actividad sospechosa en un evento público.
Cada vez y donde quiera que los jóvenes se reunen en búsqueda de apoyo y aceptación.
Sí, la vida continuará, y debe de continuar. Es necesario.
Pero la vida nunca volverá a ser igual. No puede. Ya no somos Orlando, si no #SomosOrlando. Estamos unidos.
O si no, caeremos.
Other than Facebook posts and an instagram post here and there, I have been radio silent.
Because I simply don’t know how to respond.
I don’t know what to do. I don’t know what to say. I don’t know if I should reach out to my friends who are grieving or say nothing and wait.
Because I am hurting, too. And I don’t quite know what to do with this pain.
Having lived here since the age of three, I definitely grew up in Orlando. I may hail from Puerto Rico, and that is my homeland. But Orlando has been my home for as long as I can remember.
Maybe I’ve never donned an Orlando City soccer jersey, or been to a Florida team football game, and my Orlando Magic shirt is buried somewhere in my T-shirt drawer.
But I am an Orlandoan, through and through.
My first memories of attending a professional theatre performance, a lifelong passion of mine, were at the Bob Carr Center for the Performing Arts. I graduated from all Dr. Phillips-area schools, about 20 minutes away from where the shooting happened at PULSE, an LGBT-friendly nightclub.
I went to college and graduated with my bachelor’s degree in Orlando.
Orlando has been the place where I’ve become most of who I am.
So, I cannot fathom that anyone would attack my city.
To make things worse, they targeted people for who they are. And, yes, the majority were Puerto Rican.
I launched Espresso con Leche because I needed a place to share my cultural ambiguity— all of the pieces of who I am. It hurts my heart that people were murdered and injured because of a part of their identity.
This past weekend, as the reality of what happened began to sink in, I desperately looked for an outlet for my grief. I am grateful my parents and I were able to visit several of the memorials that have formed throughout Downtown Orlando. I prayed, cried with, and hugged people who were also affected by this tragedy. I ran into an old school friend. I made new friends. We mourned.
There are many layers to this horrific event, and many lessons I feel we all need to learn from this— lessons about love and tolerance, lessons about gun control, and all of that needs to be an ongoing discussion.
But, when all is said and done, and if someday, these discussions and disagreements are resolved, there will still remain 49 people gone. There will always be 49 families grieving. Forty-nine voids that no one else can fill.
And life as we know it will go on as we know it has to, but our foundation, our core, has been shaken.
The national media has all left town, and now there are other stories making the headlines. But the aftershock will continue to be felt each time we read a report of someone suspected of carrying a firearm in a nightclub.
Each time there is suspicious activity at a public event.
Each time and everywhere that youth gather to garner support and feel accepted.
Yes, life will and must go on. It has to.
But life will never be the same again. It can’t. We are no longer Orlando, but #OrlandoStrong and #OrlandoUnited.
Or else we fall.